Tal como escribí en mi libro “Foster y Val:
Los Trabajos y los Días del Creador de ‘Prince Valiant’”, descubrí “Príncipe
Valiente” poco después de cumplir mis 11 años, en septiembre de 1970, cuando
coleccionaba el suplemento dominical del periódico “O Primeiro de Janeiro” por
las páginas de Walt Disney y mi padre comentó: “pues los dibujos del Príncipe
Valiente sí que están bien.”
Fue fulminante. Hasta entonces yo siempre
había mirado las páginas de aquel cómic con total indiferencia, como algo que jamás
llegaba al fin, pero las palabras de mi padre hicieron con que me detuviese a
observarlas y comprendiese la magnificencia de los dibujos. Y me puse de pronto
a recortar de los suplementos que guardaba todas las páginas del “Príncipe
Valiente”.
Se trataba de páginas de 1967 y 1968 (las
cosas llegaban a Portugal con bastante retraso), y por aquí ven ustedes que en
sus últimos tiempos el trabajo de Hal Foster era aun suficientemente grande
como para seducir fatalmente a un chico de solo 11 años. ¿Se imaginan cómo
sería grande el impacto en mi mente si hubiese descubierto “Príncipe Valiente”
a través de su mejor período?
Bueno, el impacto sería mucho más grande,
pero la pasión generada no podría ser superior, pues en los años siguientes la
cosa más importante de mi vida pasó a ser juntar TODAS las páginas de la serie, tarea difícil porque
eran tiempos de alguna pobreza aquellos y porque en Portugal nunca se habían
publicado todas, y las que se publicaron no estaban todas en “O Primeiro de
Janeiro”. Fue una obsesión que me movió durante doce años, algo con que soñé
literalmente noche y día, hasta diciembre de 1982, cuando terminé la demanda de
mi Grial, con páginas en portugués, en francés y español.
En el lento descubrimiento de todas las
páginas de “Príncipe Valiente” hubo momentos muy, muy especiales, que están
vivamente marcados en mi mente, de los cuales recuerdo perfectamente la emoción
sentida entonces.
Son cinco los más importantes: el día en que
aparecieron a la venta y los compré tres álbumes con el comienzo de la serie,
el día en que un señor coleccionista me regaló un montón de páginas publicadas
en “O Primeiro de Janeiro” antes de mi descubierta (recuerdo perfectamente
haber pensado cuando me las entregó: ¿será esto realidad o un sueño del cual en
breve acordaré?), el inesperado momento en que encontré en un mercado de cosas
de segunda mano las primeras 300 páginas publicadas en aquel periódico, la
ocasión en que por fin encontré la publicación que incluía las últimas páginas de
la serie que aun no poseía y la tarde en que recibí de Estados Unidos los 2
volúmenes de Manuscript Press con los dos primeros años de “Príncipe Valiente”
en color. Este episodio está, afortunadamente, registrado fotográficamente,
pues en aquel día, 24 de octubre de 1985, un amigo pasó por casa de mis padres
(yo era aun soltero) y cómo traía con el su máquina sacó la foto que pueden ver
arriba. (Estos dos volúmenes de medio metro de altura más parecían dos
fascículos gigantescos, pues no tenían tapa dura y su tapa blanda era tan blanda
como el mismo papel de las páginas, ¿pero cómo podía yo anhelar por tapas duras
si con blandas ya me habían costado más dinero de lo que una persona normal aceptaría
pagar por un libro? Vean: cada uno de ellos me costó 17 500 escudos y en esa
época, 1985, yo trabajaba de operario en un fábrica de cuerdas con un sueldo
mensual de 20 000 escudos. Solo el más grande admirador de “Príncipe Valiente”
estaría dispuesto a trabajar casi un mes entero para comprar un libro.)
Por medio de los episodios de felicidad quedaron
muchos de doloridas frustraciones: expediciones que se revelaban vanas a
altillos que podrían guardar alguna vieja revista con algunas paginitas
inéditas; encuentros difíciles con chicos de los cuales alguien me había
contado que poseían viejos tebeos con “Príncipe Valiente” pero que acababan por
verificar que sus madres ya los habían echado fuera; sueños nocturnos en que
encontraba y después guardaba por debajo de mi almohada un conjunto de páginas que
al acordar nunca estaban ahí… ¡Cuantas frustraciones!
Pero la más grande de todas ocurrió aun en
el comienzo de mis búsqueda, a comienzos de 1973, cuando me llegó la noticia de
que en el país vecino, España, se estaba publicando la serie entera en
fascículos. ¡La serie ENTERA! Mi padre me prometió que si yo en mis estudios sacaba
buenas notas trataría de conseguirla, pero mi intelecto no fue capaz de tal
proeza y nunca tuve acceso a tal edición que de una vez por todas realizaría mi
sueño. Ahora, gracias a Internet, todo es fácil, pero bastantes años se pasaron
hasta que yo siquiera conociese por primera vez uno de los fascículos de Buru
Lan.
La edición no era barata, pero también no
era muy cara, pues tenía la ventaja de ser en fascículos, y nadie era obligado
a comprar las tapas duras para encuadernar. O sea: uno podía tener realmente lo
que más le interesaba (las páginas del “Príncipe Valiente”) sin gastos extras.
Y no es que a mí no me gustasen las tapas duras. De hecho, en los años 80, yo
mismo hice capas duras y encuaderné en 3 tomos los primeros 12 números de
Ediciones B. O. Aquí tienen una foto del tercero.
De este modo, con mis limitaciones
económicas – las de un simple operario de fábrica – podía también poseer mi
lujosa edición de “Príncipe Valiente” en tapa dura y personalizada, y sin
gastar más dinero de lo necesario.
Pero el lujo de las tapas no llegaba mucho a
su contenido, pues ustedes saben cómo eran todas las ediciones de “Príncipe
Valiente” por aquel entonces: un pequeño número de páginas con buena
reproducción de los originales de Foster, una gran cantidad de páginas
horriblemente reproducidas y otra gran cantidad mediocremente reproducida. Entonces,
cuando mi búsqueda de TODAS las páginas de “Príncipe Valiente” se completó (lo
que ocurrió con la edición de B. O.) y, gracias a mi trabajo en la
fábrica, con algún dinero en el
bolsillo, inicié una nueva búsqueda: la de la mejor reproducción de cada una de
las páginas.
¡Decepción tras decepción! En una misma
edición, fuese de que país fuese, siempre había partes muy, muy malas y las
partes realmente buenas eran muy pocas.
Por ejemplo: en 1986 compré un volumen de la
edición austríaca de Verlag Pollischansky, integrado en una colección con el
titulo de Comic Gallery, que se anunciaba como excelente. Era el primer año de
“Prince Valiant”, en blanco y negro, con lujosa tapa dura y todo eso. Creo que
me costó unos 6 000 escudos, bastante dinero, pero el lujo era solo aparente,
pues la calidad de reproducción de las páginas simplemente NO era de lujo.
Todavía, decidí comprar dos volúmenes más de los doze (solo doze) que estaban
publicados. Y, a pesar de su incierta calidad (siempre había alguna páginas muy
buenas) los compraría todos si no fuesen tan caros. Entonces decidí escribir al
Sr. Pollischansky preguntándole si no tenía una edición en tapa blanda, más
económica. Su respuesta, como pueden ver aquí,
no satisfizo mi
deseo: “no tenemos libros de la COMIC GALLERY en tapa blanda. Eso no está en
nuestros planes, pues queremos publicar Prince Valiant con la máxima calidad –
y nos dicen muchos fans de todo el mundo que somos la única editorial capaz de
conseguir eso con nuestras ediciones.”
Y fue así que no pude comprar todos los
volúmenes de la edición de Pollischansky.
Y fue también por eso, y después también por
la de Splitter, que empecé a crear aversión al concepto de la edición de lujo,
pues las de “Príncipe Valiente” siempre era mejores por fuera que por dentro
(hasta las había numeradas, tontería de las tonterías). Y pensé que si un día
tuviese la posibilidad absolutamente hipotética de hacer mi edición la haría lo
más lujosa por dentro (que es el tratamiento mínimo que puede darse al trabajo
del autor) y lo más económica por fuera. Sería una edición para el admirador
del trabajo de Foster pero, con su calidad intrínseca y su precio justo,
ambicionando también conquistar otra gente.
¡Y se dio el caso de que pude hacerla!
¿Hay gente que no la compra porque no tiene
tapa dura? Puede que sí, pero estoy absolutamente cierto de que son más las
personas que la compran porque es más barata con tapa blanda. Esta es mi
creencia, y si no puedo comprobarla
científicamente también nadie me puede comprobar el contrario.
Además, solo puede darme pena el admirador
de Foster que reconozca mi edición, por la calidad de reproducción de las
páginas de “Príncipe Valiente”, como la mejor de siempre pero que decide no
comprarla no porque le falte dinero pero porque la tapa no es dura.
Yo seré siempre el chico que buscará ante
todo realizar con simplicidad y verdad sus sueños más profundos sin caer en el
engodo de las atractivas superficialidades que al final nunca hacen mejor la
vida, y hasta pueden complicarla.